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El miedo mirado a la cara se convierte en valor

Bases fisiológicas del miedo: Del miedo al pánico


"No conoceré el miedo. El miedo mata la mente. El miedo es el pequeño mal que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allí por donde mi miedo haya pasado ya no quedará nada, sólo estaré yo.” (Frank Herbert: Dune)


Según Damasio (2005) uno de los principales aspectos en la historia del desarrollo humano tiene relación con la manera en que los objetos en derredor de nuestro cerebro son capaces de desencadenar una forma u otra de emoción, débil o fuerte, buena o mala, y, lo más importante, es que puede hacerlo de manera consciente o inconsciente. Nuestro cerebro ha asociado estos “disparadores” con objetos emocionalmente competentes según nuestras experiencias individuales. 

Hablando en términos de neurofisiología:

"Este proceso empieza cuando señales neurales de una determinada configuración (originadas en las cortezas visuales que soportan patrones neurales correspondientes al acercamiento rápido de un objeto amenazador) son emitidas en paralelo a lo largo de varias rutas que llevan a diversas estructuras cerebrales. Algunas de las estructuras receptoras, por ejemplo, la amígdala, se activarán cuando “detecten” una determinada configuración e iniciarán señales hacia otras regiones cerebrales, dando así lugar a una cascada de acontecimientos que se convertirán en una emoción." (Damasio, 2005, p. 60)

Nuestras experiencias determinan nuestras emociones.

Es decir, nuestro cerebro activa una emoción ante determinados estímulos emocionalmente competentes, y lo interesante es que dichos estímulos pueden no ser conscientes. Los trabajos de Whalen, Ohman y Dolan (citados por Damasio, 2005) demuestran que la amígdala es capaz de detectar estímulos que pueden desencadenar emociones de manera inconsciente. Asimismo, estos estímulos son detectados antes de la atención selectiva, lo que nos puede permitir comprender cuan rápido se desencadena la reacción fisiológica ante un estímulo emocional asociado a, por ejemplo, una amenaza

El miedo en sí es un mecanismo de supervivencia que produce la respuesta fisiológica adecuada para luchar o huir, incluso quedarse inmovilizado. Por tanto, miedo o ansiedad son mecanismos necesarios. Sin embargo, estos mecanismos pasado cierto umbral son disfuncionales y no sólo no nos ayudan, sino que nos producen un intenso sufrimiento, así como serias limitaciones en nuestras vidas, alejándonos de nuestros objetivos y hasta de nuestros seres queridos.

Dennis Charney (citado por Nardone, 2004) investigador del National Institute of Mental Health describe el proceso neurofisiológico del miedo intenso del siguiente modo:

Desencadenante: Los sentidos perciben un peligro, esto es, se percibe un estímulo emocionalmente competente. La información de dicho estímulo toma dos caminos diferentes:

A. Atajo: El cerebro activa un dispositivo de emergencia: la amígdala. Ésta inicia las señales hacia otras estructuras cerebrales. Se desencadena la reacción de miedo: sudoración de las manos, taquicardia, aumento de la presión sanguínea y descarga de adrenalina. Esta reacción se produce inconscientemente. Esto es, antes de que se llegue a ser consciente de la sensación de miedo éste se experimenta.

B. Camino Principal: Sólo después de que la respuesta al miedo se ha activado, la mente consciente entra en funcionamiento. Algunas señales sensoriales, antes de viajar a la amígdala, toman un camino más largo, van al tálamo (centro que elabora la información sensorial) y después al cortex donde se analiza la información recogida de los sentidos y decide si requiere una respuesta de miedo. Si es así, el cortex envía una señal a la amígdala y el cuerpo entra en alerta.

En la siguiente imagen se pueden apreciar los recorridos de ambos caminos A y B:


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Una vez desencadenada la alerta se desencadenan toda una serie de cambios químicos y hormonales en el cuerpo:

A través de las glándulas suprarrenales se liberan grandes cantidades de cortisol (la hormona del estrés) cuyos efectos son el de incrementar el nivel de azucar en sangre, ayudar a subir la presión arterial, o anular el sistema inmunológico entre otros. Por otra parte, un alto nivel de esta hormona en el hipocampo contribuye a dificultar la organización de la memoria en casos de situaciones traumáticas o altamente estresantes. Varios estudios sugieren que la liberación de cortisol es la responsable del deterioro de la información con contenido emocional, (Justel, Psyrdellis, & Ruetti, 2014).

Por otra parte el sistema nervioso simpático se activa incrementando la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la frecuencia respiratoria, la sudoración y las terminaciones nerviosas de la piel. La adrenalina fluye hacia los músculos con el objetivo de dar una respuesta de huida o lucha. Todos los sentidos se activan con el objetivo de explorar en derredor nuevas amenazas.

El miedo se dispara de manera inconsciente

Uno de las conclusiones más importantes que sugiere la literatura científica de los últimos años es que las reacciones psicofisiológicas del miedo se disparan antes de llegar a al cortex, es decir operan autónoma e inconscientemente en primera instancia antes de poder elaborar pensamientos.

Primero sentimos el miedo con el objetivo de dar una respuesta inmediata a una situación de peligro.


El inconveniente de este mecanismo se produce cuando el cortex entra en acción y comenzamos a elaborar los pensamientos; ya que podemos interpretar la propia reacción fisiológica como algo peligroso al activarse fuera de nuestro control. De este modo, se produce un incremento de la reacción inicial en escalada hasta llegar al pánico.

Las experiencias emocionales negativas sufridas en estas situaciones, hacen que nuestro cerebro ya no necesite de estímulos externos (Nardone, 2004) para desencadenar el mecanismo del miedo, basta una imagen mental o un pensamiento para inducirlo.

Es importante destacar las implicaciones que tiene cómo funciona el miedo en relación al modelo de tratamiento para superarlo. El hecho es que el miedo se dispara antes de la voluntad y por tanto no parece que el mejor modo de tratarlo se limite únicamente a formas de entrenamiento racionales y conscientes.